miércoles, 6 de mayo de 2009

El lugar que da la guerra...

Esta noche me pregunto...
¿Cómo la guerra da lugar ...y a que da lugar la guerra?¿Cuál es el lugar que la guerra da a cada persona que participa en ella?¿Es la guerra una posibilidad de encontrar un lugar para vivir y para morir?tal vez...en un mundo cada día más excluyente, en países y ciudades que ofrecen cada vez menos oportunidades para ser, para estar, para vivir...y donde no se puede vivir, ni convivir es el lugar del sin lugar...propicio quiza para combatir y para conmorir...quiere esto decir que en ese sin lugar, en que no es posible el encuentro con el otro, ni convivir, no es posible tampoco, el sobrevivir, por ello solo queda morir con el otro, morir un poco, cada vez que muere otro, morir primero que el otro o morir al mismo tiempo que el otro. Al respecto dice la ley que "Si por haber perecido dos o más personas en un mismo acontecimiento, como en un naufragio, incendio, ruina o batalla, o por otra causa cualquiera, no pudiera saberse el orden en que han ocurrido sus fallecimientos se procederá en todos los casos como si dichas personas hubiesen perecido en un mismo momento y ninguna de ellas hubiese sobrevivido a las otras" (art.95 C.C)¿Cuál es el lugar de la guerra en la historia de cada combatiente?¿Cómo pasa el paicoanalista de estar con pacientes a ser combatiente?Ha de ser muy fuerte el "lazo" con la guerra, tan fuerte que llama al sacrificio...tan fuerte que invita a dejar "todo" por ir al campo de batalla...y a dejar "todo" en el campo de batalla....¿hasta las piernas? ¿hasta la vida?

lunes, 4 de mayo de 2009

sobre la guerra....

LA GUERRA: ¿CUESTIONAMIENTO O REFLEJO DE LO HUMANO?

Por: Rocío Vásquez

La guerra cuestiona al ser humano en lo más profundo de su ser, o de su supuesto ser, por que la guerra no permite ser, ni es humana, en el sentido virtuoso del término. La guerra cuestiona la virtuosidad del ser humano, en tanto, tal vez no es tan virtuoso como se cree cada uno y cada una, y como cree la sociedad que es. Cabe entonces preguntarse si la guerra degrada a los humanos, hombres y mujeres, o si la guerra es consecuencia de su degradación.

Con frecuencia surge la pregunta sobre que pasa en una comunidad para que se divida, fraccione o se una en contra de otra, que pasa por la mente de quienes impulsan, defienden y participan en una guerra. Al respecto Sigmund Freud dice: Hemos averiguado que son dos cosas las que mantienen cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimiento -técnicamente se las llama identificaciones- entre sus miembros. Ausente uno de esos factores, es posible que el otro mantenga en pie a la comunidad. Desde luego, aquellas ideas solo alcanzan predicamento cuando expresan importantes relaciones de comunidad entre los miembros” (Freud, 1932).

Suelen defenderse las guerras por justas, por santas o por necesarias, aliadas o lógicas salidas de los conflictos, que tienen múltiples causas o factores generadores. Si bien estos factores se analizan en ocasiones por separado, generalmente concurren varios de ellos. Sin duda factores como el la lucha por el territorio, la economía, asuntos políticos, entre otros han contribuido a desatar más de una guerra en el siglo XX, por solo citar un periodo de la historia.

La doctrina de la “guerra justa” fue elaborada y defendida por San Agustín. Planteaba que la guerra era justa si perseguía un fin justo y cuando los métodos utilizados eran legítimos. Esta legitimidad da cuenta de aspectos relativos al cuando y al como de las guerras; cuando, en lo que se refiere a si se dan las condiciones de guerra justa; y como, en cuanto a si los métodos empleados son legítimos. A partir de esta teoría se impuso la idea de que son prohibidas las guerras de agresión y permitidas por el contrario las guerras defensivas. Por ello cambiaron la denominación de los ministerios de guerra que pasaron a llamarse ministerios de defensa. En adelante solo se desarrollaron guerras defensivas. Quienes han ganado una guerra, consideran siempre que condujeron una guerra justa.

“Justa” o no, la guerra deja a su paso muerte, desolación, destrucción, pero también la posibilidad de la reflexión acerca de los costos de la irracionalidad o de la imposición de la racionalidad de unos sobre otros. Enfrenta entonces, a los humanos con sus debilidades que en el escenario de la guerra pueden convertirse en fortalezas, dado que en ese contexto, el más sanguinario, el más violento, obtendrá mejores resultados en términos de mayores bajas, que a su vez le representarán reconocimientos, ascensos y posicionamiento en el grupo armado al que pertenece.

Teorías más recientes justifican comportamientos violentos y políticas de seguridad bastante cuestionables desde la perspectiva de los derechos humanos. La teoría del Derecho Penal del enemigo del Profesor de Bonn Günther Jakobs, es una de ellas. Plantea como los delincuentes en determinadas circunstancias pueden perder su estatus de persona, debido a su peligrosidad. Al respecto Zaffarony dice que “la peligrosidad y su ente portador –peligroso- o enemigo ónticamente reconocible, proveniente de la mejor tradición positivista y más precisamente garofaliana, debido a su seguridad individualizadora, tarde o temprano termina en la supresión física de los enemigos. El desarrollo coherente del peligrosismo, antes o después, acaba en el campo de concentración” (Bailone, 2000).

Este tipo de planteamientos teóricos contradicen principios y valores que sustentan los derechos humanos, como la solidaridad, la autonomía y principalmente la dignidad humana, ese valor intrínseco que hace iguales a los seres humanos, en medio de las diferencias, ese valor que garantiza derechos fundamentales como el derecho a la vida, al libre desarrollo de la personalidad, prohibición de torturas y tratos crueles, entre otros. “La concepción moderna de la dignidad incluye un postulado acerca del valor intrínseco de lo humano y unas pautas de conducta que se derivan de él. Supone antes que todo la creencia en el hecho de que todo ser humano, sin importar su condición, posee un valor interno independiente de sus méritos, status o valor de mercado, que se desprende sin más de su naturaleza esencial de ser humano: los hombres poseen valor en virtud de su humanidad, no de su rango social” (Papacchini, 1998, pág.12).

Las ganancias que la guerra puede ofrecer al violento, corresponden a sus expectativas, teniendo en cuenta que “el ejercicio de las diversas formas de violencia genera placer en el agresor. Ya sea, en el momento previo al ataque, imaginando el padecimiento de la víctima a merced de sus violencias, o bien durante la aplicación de las mismas; y se continua al recordar los padecimientos de quien fue victimizada” (Givertti, 1999. Pág. 224).

Por otra parte, además de la ganancia que realizar actos violentos pueda representar, el sacrificio de participar en la guerra, y más allá de ello, de inmolarse, para complacer al Otro, representa la única salida de quienes buscan un lugar desde el sin lugar que supone la muerte. Morir por el Otro, es existir para ese Otro, en cuyo deseo está o cree estar atrapado.

En el acto violento que caracteriza la guerra parecen develarse prácticas mediante las cuales algunos se aferran al goce, al goce del Otro. “Las prácticas inmolatorias hacen exis-tir al Otro del goce a costa de un bien muy preciado o de la muerte misma. Así, el sacrificio pretende en un sólo movimiento dos operaciones: captar la falta del Otro y, al mismo tiempo, encubrir dicha falta, dicha inconsistencia o, extremando nuestra posición, la inexistencia del Otro. Si el sacrificio, como afirma Lacan en el seminario X (06-06-63) "está destinado a la captura del Otro en las redes del deseo", su ofrenda garantiza que el Otro existe y que el sujeto no le es prescindible. Esto es, hay Otro que lo incluye en su deseo y su goce. El sujeto tiene un lugar posible en el deseo del Otro y, a su vez, ese Otro, puede ser apaciguado o, mejor dicho, colmado su goce vía el sacrificio” (Gerez, 2001).


BIBLIOGRAFIA:
GEREZ, Ambertín. Marta. “Cuando los ideales llaman al sacrificio, o el ulular del goce”. Artículo publicado en Acheronta. Revista de Psicoanálisis y cultura. No 14, noviembre de 2001. www.acheronta.org
FREUD, Sigmund. Carta a Einstein. 1932.
Memorias I Congreso Internacional sobre violencia Social, Violencia familiar: Una cuestión de Derechos Humanos. Givertti, 1999. Pág. 224
BAILONE, Matías. Comentario al libro “El enemigo en el Derecho Penal”. www.homenajeazaffaroni.com.ar
Papacchini, Ángelo. Ética y Derechos Humanos. Instituto para el Desarrollo de la Democracia Luis Carlos Galán. Agencia para el Desarrollo internacional-USAID-Primera Edición. 1998.